11 argumentos para conversar
con escépticos a la vacuna Covid-19
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La necesidad de superar la pandemia nos invita a participar de una discusión difícil e interesante: ¿podemos subestimar las informaciones falsas que circulan en redes, justamente porque son falsas, o bien, debemos actuar para contrarrestar su efecto y mostrar la verdad? ¿Influye la mala información en la meta de alcanzar la inmunidad de rebaño? ¿Cómo lograrla si muchas personas se muestran reticentes a vacunarse?
Los temas de salud, especialmente infecciones y cáncer, son habituales en redes sociales e Internet. En varias ocasiones, Facebook y Google han realizado intervenciones en páginas y portales para intentar controlar los contenidos falsos. Sin embargo, aún no lo logran. Una de las causas parece ser la desigualdad en la cantidad y claridad de los contenidos: los de fuentes confiables, como gobiernos, organismos internacionales, universidades o publicaciones científicas, son, desafortunadamente, pocos, usan un lenguaje difícil para la mayoría y, tal vez no tengan la promoción adecuada. Por eso, para citar un ejemplo, son escasos los videos de estas organizaciones que están entre los cien más vistos en Youtube, Por el contrario, la narrativa utilizada por las fake news es abundante y más efectiva.
¿Es posible modificar las opiniones de las personas basadas en falsedades?
Según expertos, la forma de aproximación a las personas es determinante en el proceso de aprendizaje y persuasión. Escuchar, comprender, respetar las creencias religiosas, políticas y culturales y enlazar con algún punto en común son las estrategias que contribuyen a cambiar los mitos y desinformaciones por información confiable, que ayude a las personas a tomar mejores decisiones.
Qué responder a las falsas informaciones sobre la vacuna Covid-19
En general, las objeciones que se leen en redes en contra de las vacunas Covid-19 se pueden resumir en tres grandes argumentos:
La seguridad de la vacuna
Las ideas conspirativas
El deseo de libertad
La primera gira en torno a la ciencia. Ha sido normal en la medicina que se objeten los hallazgos científicos y las innovaciones requieran tiempo para ser aceptadas. Por su parte, las ideas conspirativas han acompañado a las sociedades desde la antigüedad. Sin embargo, la pandemia está mostrando la necesidad de estudiar más a fondo el fenómeno: determinar si se trata de personalidades especiales que, en busca de la justicia, aceptan creer en grandes mentiras o bien se trata de un movimiento político mundial. El tercer grupo se refiere al deseo de las personas a ser individual, libre.
Estos argumentos podrían ayudar a tener una conversación efectiva sobre la enfermedad y la vacuna Covid-19:
La actitud y las creencias tienen efecto sobre las enfermedades y sobre la relación de las personas con su enfermedad. Sin embargo, se ha demostrado que personas sanas, que cuidan su cuerpo con buena alimentación y actividad física, han tenido problemas al enfrentar la infección por Covid19. También, hemos sido testigos de deportistas de alto rendimiento que han sido contagiados y han tenido una evolución satisfactoria.
La persona debe ser consciente de los riesgos físicos, mentales y emocionales a los que se enfrenta con el Covid-19.
También, como profesional médico cabe formular un estilo de vida saludable que atienda formas de protección. ¿Cómo conseguir no estar nunca en una situación en la que pueda contraer el virus? ¿Cómo evitar entrar en contacto con otras personas?
Para argumentar este deseo es necesario definir qué se entiende por libertad. Para los filósofos como Kant, Fromm, Savater, la libertad de un individuo nunca está aislado de la sociedad. No se trata de un sujeto solo autodeterminándose, sino de un sujeto responsabilizándose de sus decisiones, valorando su impacto en la sociedad o en la comunidad. Las preguntas son profundas, por ejemplo: ¿Queremos vivir en sociedad, sí o no? ¿Qué responsabilidad asumimos frente al bienestar de los otros? ¿Preferimos ser egoístas? ¿Realmente nos hace libres dejar que otros asuman la protección colectiva?
La percepción de riesgo es baja y por lo tanto no se considera necesario recurrir a la vacuna como protección.
Esta situación es compleja de abordar. En general, las personas creemos que nos va a ir bien y con base en ese supuesto tomamos decisiones.
Ampliar el dilema ético podría ser una opción: plantear que, si pudiéramos salvar a mil personas, ¿lo haríamos? ¿Qué tanto nos satisface esa decisión? Si para salvar mil personas tuviéramos que vacunarnos contra el Covid-19, ¿aceptaríamos?
En esta premisa se asume que la persona debe decidir entre enfermarse de coronavirus o enfermarse por efecto de la vacuna. Pareciera que, puestos así, uno frente al otro, el riesgo es similar. Sin embargo, es claro que no lo es. Hasta julio 2021, los efectos negativos de las vacunas en el mundo han sido muy bajos y significativamente menores que los casos de contagios y muerte por coronavirus. Se vale argumentar con los casos que se conocen de muertes por vacuna y muerte por coronavirus en el país o la ciudad. También, preguntar por las vacunas que recibió cuando era niño y los efectos que ha tenido.
Si los casos de contagios aumentan por la variante Delta o por cualquier otra, esta debería ser una razón muy poderosa para buscar protección en una vacuna. Equivale a tomar esta decisión: En cuál equipo quisiéramos estar: ¿en el equipo que tiene más riesgo o menos riesgo de enfermarse? Si el contagio con la variante Delta ocurre, ¿preferimos una enfermedad leve o una grave?
Podría ser útil explicar la correlación que se ha observado entre casos Delta-hospitalizaciones-mortalidad.
Sí, es muy probable que algunos productores estén realizando un gran negocio. ¿Invalida eso la necesidad de protegernos frente a la enfermedad? ¿Conocemos las cifras que invirtieron en investigaciones en los últimos 20 años? Busquemos un equivalente: no ver los videos de un cantante famoso porque le ayudaríamos a ganar más dinero, dejar de admirar a un equipo de fútbol porque le va bien, no ver películas en determinado canal porque hacen un buen negocio.
Se dice que las vacunas Cov2 podrían modificar nuestro código genético. En realidad, las vacunas Covid19 tienen mecanismos diferentes para protegernos frente al coronavirus, entrenando al organismo a reconocer y combatir el virus cuando se presente.
Las vacunas Pfizer y Moderna utilizan el ARN, el ácido ribonucleico, como un mensajero que entrega instrucciones. A las pocas horas, las células se deshacen del ARNm sin que haya tocado el código genético de nuestras células.
Las vacunas de Johnson & Johnson y AstraZeneca utilizan el mecanismo llamado de vector. El material genético del virus viaja con un vector. Este no se vuelve parte del ADN de la persona que recibe la vacuna.
La vacuna Sinovac contiene virus inactivado, el modelo de la mayoría de las vacunas conocidas.
La decisión que la ciencia debe tomar para aprobar un medicamento es esta: qué produce menos daño, la vacuna o la enfermedad. Y, por regla general, ha ganado la vacuna. Por eso los bebés reciben vacunas contra la tuberculosis, poliomielitis, hepatitis B, difteria, entre otras.
La vacuna que más beneficios ha significado para la humanidad es probablemente la de la viruela, por el número de muertes que evitó y porque, gracias a la vacuna, la enfermedad ya no existe. Se sabe que esa vacuna no era muy segura.
Los efectos secundarios de la vacuna Covid19 están siendo evaluados y no existen aún estudios finales. Lo que se diga al respecto es todavía especulativo.
En general, todos los medicamentos tienen efectos secundarios, incluso los que más usamos como el ibuprofeno, acetaminofén o penicilina. De hecho, las sustancias naturales como las aromáticas también tienen efectos secundarios y pueden causar intoxicación. ¿Somos capaces de imaginar un mundo sin antibióticos, sin medicamentos para el dolor? ¿Evitaremos tomar aromáticas ahora que sabemos que pueden hacernos daño?
En realidad, el desarrollo comenzó hace 20 años. La etapa más difícil del desarrollo de cualquier medicamento son las pruebas clínicas. Son muchas y no es fácil conseguir a las personas que quieran experimentar. En este caso, las farmacéuticas encontraron miles de voluntarios que quisieron unirse al proceso para que la humanidad tuviera una solución rápida a la crisis de salud. ¿Si nos hubieran preguntado, hubiéramos estado dispuestos a participar de los ensayos y sentirnos parte de un proyecto para salvar al mundo?
No es cierto, las vacunas Covid-19 no contienen elementos que puedan marcar o hacer seguimiento a los individuos. Si el temor de la persona es real, se le puede recomendar no usar celulares, ni realizar consultas en redes o motores de búsqueda, ni tener cuentas en redes sociales, que sí realizan manejo de la información.
Supongamos que ambos supuestos sean ciertos, ¿en qué cambia la realidad? Hoy la enfermedad es un riesgo y las vacunas nos protegen. Tal vez en unos años sepamos más sobre estos asuntos, mientras tanto, ¿preferimos tomar medidas que ayuden a la humanidad a superar la crisis?
Conclusión
La información confiable es necesaria en momentos de crisis para permitir que las personas tomen decisiones adecuadas. Al abordar los temas sobre las vacunas Covid19 se evidencia la formación de opiniones basadas en grandes mentiras, en vacíos informativos que algunos aprovechan o en fuertes deseos de las personas, como el de ser autónomo y libre. Sin embargo, es posible tener conversaciones efectivas cuando escuchamos y hacemos conexión con realidades comunes.
Por Katy Schuth B. – Redactora