¿Tus amigos tienen tanta conciencia
de sostenibilidad como tú?
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Al realizar un estudio en tu organización para analizar qué tan amigables con el medio ambiente se consideran los colaboradores, probablemente nos encontraríamos con distintos niveles de conciencia de sostenibilidad. Un grupo se confesaría «cero interesado» en el tema, otro calificaría como «interesado» y otro se consideraría «activista».
Estos resultados ya son inquietantes. Los analistas se preguntarían porqué si nos han dado argumentos científicos y nos han mostrado las consecuencias catastróficas de no cumplir con las metas de disminución de la huella de carbono, todavía no somos una sociedad sostenible.
Estas actitudes y acciones poco sostenibles desesperan a los ambientalistas e intrigan a los expertos en comportamiento humano.
La incoherencia en el comportamiento humano
Aunque desde hace más de treinta años estamos conversando en el mundo sobre la necesidad de cuidar el planeta, todavía hoy evidenciamos una brecha entre el deber ser y el hacer y entre lo que queremos ser y lo que realmente hacemos.
Por ejemplo, muchos podemos tener la información relativamente clara sobre la responsabilidad de la humanidad en la crisis del cambio climático y, al mismo tiempo, no nos inquieta el uso de la energía en nuestra vivienda; podemos estar muy alertas sobre el perjuicio de la mala calidad del aire en la salud y, sin embargo, no modificamos el comportamiento del uso del automóvil ni del transporte público; podemos mostrarnos muy indignados por la extinción de las especies y los plásticos en el mar, pero no reciclamos bien.
La verdad es que aún no atendemos los llamados de urgencia a cuidar la vida en el planeta. Los investigadores se encuentran con una realidad polémica: muchos de los que se consideran amigos del medio ambiente tienen comportamientos contrarios al cuidado del medio ambiente.
La cadena valor-acción
Una de las teorías más aceptadas por sociólogos y psicólogos sobre el comportamiento humano en relación con el medio ambiente es la de Stern, la teoría valor-creencia-norma (VBN) [1]
La teoría VBN propone que los valores de los individuos impulsan las creencias y, a su vez, las normas que motivan directamente el comportamiento proambiental de los individuos.[2]
Según este modelo, los valores de los individuos forman las creencias y, al mismo tiempo, las normas que nos motivan a actuar a favor del medio ambiente. Los valores, creencias, normas y comportamientos proambientales funcionan como una cadena causal: cada uno afecta al siguiente y puede incluso afectar a los que están más abajo. Así, nuestra decisión de ir en bicicleta al trabajo, usar mascarilla o lavarnos las manos, dependerá de los valores que tengamos en relación con nuestro propio bienestar (valor de sí mismo), con el bienestar de los otros (valor altruista) y con el bienestar de la biosfera (valores biosféricos).
Los estudios empíricos que se han realizado tienden a confirmar la teoría Stern. En el artículo Modelo de Conciencia para la Sustentabilidad de María Luisa Quintero Soto y otros[3], se rescatan los resultados de varias investigaciones realizadas en México, en las que se concluye, por ejemplo, que:
Así mismo, se ha observado que los valores egoístas conllevan a tener poco interés por los asuntos ambientales; los valores tradicionales afectan positiva y significativamente las creencias de progreso; y los valores altruistas afectan directa y positivamente las creencias ambientales.
Las creencias como barreras
Muchos científicos del comportamiento coinciden en que la teoría sobre la importancia de los valores y creencias en el diseño de normas y comportamientos podría explicar por qué algunos grupos están a favor y otros en contra de la protección del medio ambiente. Y podría llevar a predecir qué comportamientos pro-ambientalistas esperar de alguien que ahorra agua y también recicla; y entender que un ahorrador de agua al lavar platos, regar plantas y tomar una ducha indica que ha desarrollado habilidades en el uso de los recursos.
Pero otros expertos discuten ampliamente otra posible explicación para las diferencias en los comportamientos: la recompensa esperada al obrar de una o de otra manera.
Algunos afirman que es más probable un comportamiento sostenible si el individuo percibe un costo real bajo en el esfuerzo. Por ejemplo, reciclar es de bajo costo, por lo tanto, muchos se animarán a hacerlo; en cambio, dejar de usar el automóvil o dejar de viajar en aviones se considera un comportamiento de alto costo y, por lo tanto, es probable que menos personas acepten ese esfuerzo.
Así mismo, el comportamiento también puede estar relacionado con el beneficio ambiental percibido. Por ejemplo, reemplazar las proteínas animales por proteínas vegetales, reemplazar los libros por computadores exigen una gran deliberación. Es probable que las decisiones a favor del medio ambiente sean más, si el efecto del esfuerzo individual en el bien colectivo se percibe como alto.
El problema es que no siempre estamos al tanto de los efectos de nuestras decisiones y muchas veces podemos tener una información equivocada. Al disponer de información correcta y clara es muy posible que nuestro comportamiento sea más «verde».
Construir una conciencia sostenible
Pareciera, entonces, y esto debe ser tema de conversación, que las investigaciones continuarán para entender mejor cómo lograr una mayor efectividad en los comportamientos para salvar la vida en el planeta. Sin embargo, ya aparecen pistas que nos ayudarán a avanzar en adquirir una conciencia sostenible.
Si continuamos trabajando en crear un sistema de valores y creencias para formarnos como seres capaces de controlar nuestros comportamientos en favor de nosotros mismos y de los otros, en pocos años tendremos resultados distintos en las investigaciones. Mientras unos pocos necesitarán de normas estrictas para realizar acciones amigables con el medio ambiente, como no utilizar el carro ciertos días a la semana para no recibir sanción, reciclar bien los residuos para obtener un descuento en la factura de los servicios municipales y pagar más por la energía, el gas y el agua, un grupo amplio imitará a quienes llegan en bicicleta al trabajo, buscará alternativas de producción más limpias y apagará las luces convenientemente. Mientras tanto, un porcentaje de la población cada vez mayor estará hablando de sus experiencias y conocimientos en distintos escenarios.
Conclusión
Aunque en el mundo entero se reclama un comportamiento sostenible a cada habitante de la Tierra, no todos estamos actuando a favor del planeta y, de hecho, muchos no estamos siendo coherentes con nuestro deseo de ser defensores del medio ambiente. Este comportamiento está siendo estudiado por la Sociología y la Psicología y si bien no hay respuestas definitivas hasta el momento, sí aparecen algunas explicaciones que pueden ayudarnos a construir una conciencia sostenible.
[1] Xianwei Liu, Yang Zou and Jianping Wu, Factors Influencing Public-Sphere Pro-Environmental Behavior among Mongolian College Students: A Test of Value–Belief–Norm Theory. Se puede ver en https://www.mdpi.com/2071-1050/10/5/1384
[2] Idem
Por Katy Schuth B. – Redactora