¿Reconocerías un caso de tuberculosis?
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Un 24 de marzo el doctor Robert Koch anunció el descubrimiento de Mycobacterium tuberculosis, la bacteria que causa la tuberculosis (TB). Debió ser una gran sorpresa. En esa época la gente creía que quienes morían de TB se convertían en vampiros y eran los responsables de la enfermedad de sus familiares y vecinos. En Europa y los Estados Unidos, una de cada siete personas moría de tuberculosis.
El hallazgo (1882) ciertamente cambió el tratamiento y la prevención de la infección. A comienzos del siglo XX se desarrolló la prueba cutánea. La vacuna conocida como la BCG se aprobó en 1921 y el tratamiento que se formalizó entre 1950 y 1966 sigue siendo utilizado para la TB sensible a los medicamentos. Con estos recursos, después de siglos de morbilidad y mortalidad por tuberculosis, era posible prevenir y tratar la enfermedad y, por lo tanto, la epidemia podría terminar. Sin embargo, continúa activa, especialmente en países de bajos recursos, y es considerada por la Organización Mundial de la Salud como un problema de seguridad sanitaria.
Por eso, desde hace 40 años, en todo el mundo, cada 24 de marzo se conmemora el Día de la Tuberculosis para educar al público sobre el impacto que tiene esta enfermedad.
IMPACTO
SANITARIO
Es la segunda enfermedad infecciosa que más muertes causa en el mundo, después del Covid-19. En el 2020, 1,5 millones de personas murieron de TB (214 000 personas con VIH).
IMPACTO SOCIAL
La carga más alta de la enfermedad se reporta entre la población más pobre y vulnerable, lo que da cuenta de la dificultad para acceder a los servicios sanitarios y recibir diagnóstico y tratamiento adecuado.
IMPACTO ECONÓMICO
Los pacientes pierden ingresos y deben ejecutar gastos médicos equivalentes al 50% de sus ingresos promedio cuando presentan la enfermedad, lo que ayuda a aumentar la desigualdad.
El objetivo: terminar con la epidemia por TB
El fin de la TB es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas. Cada año se registran los logros de la estrategia, tales como:
América ha mostrado un liderazgo importante en el trabajo, ubicándose junto a Europa en las zonas de menor incidencia de la enfermedad:
Según los últimos datos disponibles, se estima que 290.000 personas enfermaron de TB en 2019 en las Américas, y que, de ellas, 54.000 no fueron diagnosticadas o sus casos reportados. Brasil, Perú, México, Colombia y Haití concentraron casi el 70% de los casos notificados. Además, 22.900 personas murieron en 2019 por TB en la región, 5.900 de ellas vivían con VIH.(1)
Estas cifras fueron presentadas por la Organización Panamericana de la Salud en el 2021, al mismo tiempo que se advertía que el número de casos diagnosticados había descendido entre un 15% a un 20% en la región. Lo que podría parecer una buena noticia era en realidad un mal presagio. PAHO sugirió que la pandemia por COVID-19 estaba retrasando el final de la enfermedad.
Los sistemas de salud se vieron obligados a desviar la atención sanitaria y los recursos financieros necesarios para eliminar la TB hacia el manejo y control de la infección por COVID-19.
Cuál es el riesgo de la TB
Según Mario Raviglione al presentar el Programa Mundial contra la Tuberculosis de la OMS en 2015:
La tuberculosis es un flagelo de la salud pública, una amenaza a la seguridad sanitaria y un reto para el desarrollo.
Para países como los nuestros en América pareciera que esa afirmación quedó en el pasado. Sin embargo, no es así. El riesgo es real.
Hoy, se calcula que una cuarta parte de la población mundial está infectada por el bacilo de la tuberculosis(2), pero aún no se ha enfermado ni está transmitiendo la infección. Entre 100 y 200 millones de personas están en riesgo de enfermar de TB en algún momento de la vida, especialmente si presenta alguna de estas condiciones:
Los síntomas iniciales de la enfermedad suelen ser débiles. El paciente siente las molestias de la tos, la fiebre, la pérdida de peso y los sudores nocturnos durante meses antes de consultar a un profesional de la salud. Mientras tanto, puede infectar a otras personas, entre cinco y quince durante un período de doce meses.
Esta característica de la enfermedad, la de un cuadro clínico inicial aparentemente de poca importancia, es uno de los principales riesgos y se suma a estos otros:
El foco de atención
En América Latina, el Caribe y los Estados Unidos se ha observado un descenso continuo en el número de pacientes infectados gracias al importante aumento de pruebas y a los tratamientos de la enfermedad latente.
Si ese ha sido el factor de éxito de la estrategia, abandonarlo podría incrementar los casos nuevamente.
El foco de atención debe permanecer en el diagnóstico temprano, la vacunación y el tratamiento preventivo de las personas con alto riesgo como los pilares de la estrategia. Por eso sigue siendo necesario conocer la enfermedad, reconocer los síntomas, para ayudar a que más pacientes ingresen al sistema y no se presenten recaídas y reingresos por la no adhesión o el fracaso del tratamiento.
Los riesgos para los profesionales de la salud
Los profesionales de la salud en hospitales y en los programas de salud pública están en riesgo de contraer la infección y por eso deben ser protegidos. Las tareas de detectar, realizar pruebas, diagnosticar, tratar, hacer seguimiento y control de la enfermedad suponen tener contacto con pacientes infectados. El riesgo será mayor o menor de acuerdo con estos factores:
La protección respiratoria es indispensable para la disminución de los riesgos durante la atención de pacientes con TB. En estos casos, un respirador N95 es la protección ideal por su alta eficiencia como barrera. Así mismo, las mascarillas de procedimiento son una protección “infaltable” en la atención de pacientes en cualquier servicio sanitario para la prevención y control de enfermedades respiratorias y transmisibles.
Conclusión
La TB ha acompañado la humanidad durante años. Sin embargo, hoy es una enfermedad prevenible y tratable. Los medicamentos disponibles podrían ayudar a terminar con la infección en el 2050. Sin embargo, la pandemia por COVID-19 ha desviado recursos y pone en riesgo los resultados que hemos obtenido. Una atención orientada al paciente sigue siendo la solución.
Por Katy Schuth B. – Redactora