¿Debería preocuparnos la hepatitis?
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América es una zona de mediano y alto riesgo para contraer la hepatitis A[1] (VHA). Desde que comenzó el plan de vacunación para recién nacidos, se han logrado avances en la prevención de la hepatitis B (VHB), de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud. En la zona, las pruebas serológicas están disponibles, no así las más avanzadas (pruebas de ácido nucleico) para hepatitis B y C (VHC). Solo diecisiete países de los cincuenta y uno que conforman la región utilizan los antivirales de acción directa para el tratamiento de la VHC[2]. Para el mes de mayo, en siete países de América Latina se habían registrado 33 casos sospechosos de la hepatitis aguda infantil.
Con estos datos, ¿debemos elevar la alerta sobre el riesgo de las distintas formas de hepatitis?
En 2019, en la región, 7.2 millones de personas vivían con VHC crónica y 3.9 millones con VHB crónica. El cáncer de hígado y la enfermedad hepática (cirrosis), casi siempre causados por las infecciones de los virus de la hepatitis B o C, fueron la causa de muerte de 125 mil personas.
Para la Organización Mundial de la Salud, las hepatitis virales son una alta carga de morbilidad y mortalidad en casi todo el mundo. Por eso, cada 28 de julio, celebra el Día Mundial de la Hepatitis Vírica, con la que se intenta hacer conciencia sobre la enfermedad.
Algunas estadísticas preocupan[3]. Por ejemplo:
millones de personas tienen hepatitis B y C
infectados con VHB
conocen el diagnóstico
infectados con VHC
conocen el diagnóstico
millones de personas mueren por VHB y VHC
La hepatitis se considera una enfermedad con capacidad epidémica. Hasta el momento, los tipos de hepatitis víricas más conocidas (A, B, C, D, E y G[4]) tienen al ser humano como reservorio. Esta es la segunda enfermedad infecciosa más mortal después de la tuberculosis y hay nueve veces más personas contagiadas con hepatitis que con SIDA. La posible nueva hepatitis infantil aún no ha sido catalogada ni confirmada. Se considera un evento de interés que está bajo observación.[5]
Actualmente, existen soluciones para la prevención y alivio de la enfermedad. Se han desarrollado vacunas efectivas para los virus A y B y se considera que los tratamientos y fármacos recomendados para todos los tipos de hepatitis son adecuados. Sin embargo, el mayor problema es que muchas veces no se detecta a tiempo y se diagnostica cuando el hígado ya está severamente afectado.
Al existir una población relativamente alta que puede estar infectada sin saberlo, coexiste el riesgo de contagio a más personas dentro de la comunidad, a personas que realizan tratamientos estéticos y de cuidado personal y a personal sanitario cuando los pacientes acudan a recibir atención médica.
Fuentes de contagio de la hepatitis vírica
Para el personal de las instituciones de salud, el riesgo de exposición a la hepatitis es alto, particularmente a los virus A, B y C. El contagio puede suceder al tener contacto con los pacientes enfermos, las heces (para la hepatitis A), las membranas mucosas, fluidos potencialmente infectantes, piel no intacta y al realizarse una herida con objeto corto punzante previamente infectado en la atención al paciente.
En las instituciones sanitarias se considera como grupo de riesgo a los médicos, enfermeras, personal de limpieza, lavandería y mantenimiento, personal de laboratorio, central de esterilización, bancos de sangre y manejo de cadáveres. Así mismo, al personal de los servicios de odontología.
Las fuentes de los virus
de la hepatitis A, B y C son:
Hepatitis A
- Agua contaminada
- Alimentos contaminados
- Contacto directo con paciente
- Heces
Hepatitis B
- Calostro
- Leche materna
- Líquido amniótico
- Líquido céfalo-raquídeo
- Líquido pericárdico
- Liquido peritoneal
- Líquido pleural
- Líquido sinovial
- Órganos
- Orina con sangre
- Saliva
- Sangre
- Secreciones contaminadas con sangre
- Secreciones vaginales
- Semen
- Tejidos
Hepatitis C
- Equipos contaminados con sangre
- Fluidos corporales
- Productos sanguíneos
- Sangre
- Tejidos
Hepatitis A
La hepatitis A es una infección que penetra por vía oral, entérica, de transmisión fecal-oral, que se desarrolla y multiplica en el tubo digestivo y se elimina por las heces, consideradas su principal medio de propagación. Es un virus muy resistente a los agentes externos. Por lo tanto, puede sobrevivir y propiciar un brote fácilmente. El último evento importante ocurrió en 1988, en Shangai, con más de 300.000 casos[6]. Se considera que la fuente fue el consumo de almejas procedentes de aguas contaminadas con aguas residuales. En 2016 se detectaron 51 casos de hepatitis aguda A en Málaga, España, con un predominio de sujetos del sexo masculino. En Colombia, la vacuna muestra reducciones en la enfermedad en los niños. El año pasado se estimó la incidencia nacional en 0.23 casos por cada 100.000 habitantes.
Hepatitis B
La transmisión de la hepatitis B ocurre la mayoría de las veces por sangre, relaciones sexuales y entre madre e hijo en el momento del parto. Las concentraciones del virus de la hepatitis B varían. Es alta en sangre y en secreciones de heridas, moderada en semen y fluido vaginal y bajas en saliva. El virus tiene la capacidad de sobrevivir en sangre seca durante semanas (en promedio 10 días). En superficies a una temperatura a 25°C, puede permanecer hasta siete días, por lo que se considera altamente infeccioso para las personas que comparten el ambiente. Por eso, se hace siempre la recomendación de separar los implementos que se utilizan para las comidas y el aseo personal.
Hepatitis C
El virus de la hepatitis C es más impredecible. Puede sobrevivir a temperatura ambiente entre diez y seis horas hasta varias semanas. La mayoría de los contagios suceden por relaciones sexuales, uso de jeringas contaminadas y contacto con sangre.
Situaciones de riesgo de contagio
El contacto con heces se considera una causa común de la transmisión de la hepatitis A. Esto sucede normalmente cuando el personal no tiene cuidado al realizar el cambio de pañales, realiza un mal manejo de los pañales y paños contaminados y olvida la limpieza de las superficies y el lavado de manos.
En muchas ocasiones, los brotes y epidemias de hepatitis A son ocasionados por la falta de agua potable y por la manipulación de alimentos después de una mala higiene de manos.
De otro lado, se estima que la infección con el virus de la hepatitis B y C se adquiere mayoritariamente por vía parenteral y, por lo tanto, la prevención consiste en evitar los riesgos en esos momentos críticos.
En estos casos, tanto el paciente como el profesional de la salud pueden estar infectados y transmitir el virus cuando uno y otro resultan con una herida en la piel al realizar una incisión, aplicar un medicamento o realizar alguna operación en la dentadura/boca del paciente.
También, pueden resultar personas infectadas al manipular equipos, sábanas, campos, batas y residuos biosanitarios que estuvieron en contacto con un paciente que tiene la enfermedad.
Y, finalmente, pueden infectarse personas de la comunidad al tocar residuos provenientes de las instalaciones sanitarias que no tuvieron una adecuada gestión.
Prevención de transmisión de hepatitis en personal sanitario
La vacuna de la hepatitis A, el uso adecuado de guantes y la higiene de manos son las estrategias usuales para evitar el contagio de la enfermedad en las instalaciones sanitarias entre el personal.
Así mismo, desde hace varios años, se ha logrado una disminución importante en los casos de hepatitis B entre el personal sanitario, gracias a la vacuna y al tratamiento con gammaglobulina cuando se presentan situaciones de exposición al riesgo biológico.
Además, como parte del protocolo, se restringe a los cirujanos infectados a realizar intervenciones quirúrgicas hasta que no se compruebe que el tratamiento haya logrado la interrupción de la replicación del virus.
Para disminuir el riesgo de infección con hepatitis C, para la cual no hay disponible vacuna ni gammaglobulina que contenga anticuerpos neutralizantes para administrar en circunstancias de postexposición, la estrategia es diferente: evitar los factores que favorecen la transmisión del virus, esto es, el contacto con sangre y otros fluidos corporales, tejidos y con los equipos y superficies contaminados.
Esto es posible con elementos de protección adecuados, tales como mascarillas, guantes, batas, polainas y gorros que realmente aíslen la piel y con campos, protectores y sábanas que ayuden al control de fluidos.
Conclusión
La hepatitis vírica es todavía una enfermedad que debe generar gran atención en la comunidad y en todos los sistemas de salud. Existe una amplia población infectada que no ha recibido diagnóstico, puede infectar a más personas y morir como consecuencia de una enfermedad no tratada. Para el personal de la salud, la hepatitis es una de las enfermedades de mayor riesgo por su trabajo. Las vacunas, el tratamiento postexposición, la higiene de manos y el uso de elementos de protección adecuados resultan medidas eficaces para el manejo de la enfermedad.
[1] https://www.amse.es/informacion-epidemiologica/106-hepatitis-a-epidemiologia-y-situacion-mundial
[2] https://www.paho.org/es/temas/hepatitis
[4] https://www.health.ny.gov/es/diseases/communicable/hepatitis/
[5]
https://www.paho.org/es/noticias/3-5-2022-preguntas-respuestas-hepatitis-aguda-grave-ninos
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-61472348
[6] https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/hepatitis-a
Por Katy Schuth B. – Redactora