Actualizado abril 29 – 2025
Publicado mayo 26 – 2022
Infecciones en hospitales:
cómo se propagan y cómo prevenirlas
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Hasta el 70% de las infecciones asociadas a la atención sanitaria (IAAS) podrían prevenirse con controles adecuados. Por eso, hoy las infecciones nosocomiales se consideran un indicador clave de calidad institucional.
Actualmente, se calcula que en los países desarrollados la prevalencia de IAAS se encuentra entre 3,5 y 12%, y en los países en desarrollo varía entre 5,7 y 25 % [1]. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en unidades de cuidados intensivos de países de ingreso alto, siete de cada 100 pacientes contraen al menos una IAAS durante su hospitalización. En países de ingreso bajo o mediano, la cifra asciende a quince por cada 100. Uno de cada diez afectados fallece [2].
Una contradicción estructural
Esta paradoja estructural —la posibilidad de enfermarse en el lugar a donde se va para sanar— es una de las amenazas más graves para la seguridad del paciente y la sostenibilidad del sistema de salud.
Las infecciones asociadas a la atención sanitaria (IAAS) aumentan los índices de morbilidad y mortalidad, prolongan la estancia hospitalaria y obligan a las instituciones sanitarias a destinar recursos humanos, clínicos y financieros para su tratamiento y prevención.
Además del impacto en la salud de los pacientes, las IAAS generan grandes pérdidas económicas al disminuir la rotación hospitalaria, incrementar los gastos de atención y favorecer la aparición de microorganismos multirresistentes.
La magnitud del problema varía según el contexto económico del país, de la ciudad, de la institución sanitaria, pero sus consecuencias son universales: debilitan la capacidad de atención y ponen en riesgo la salud de muchas personas.
Comprender la transmisión: primer paso hacia la prevención
La reducción de las infecciones nosocomiales comienza por entender los mecanismos de transmisión. La infección se produce cuando un microorganismo patógeno logra penetrar las barreras naturales del cuerpo humano (piel y mucosas), alcanzar los tejidos internos y reproducirse.
Los microorganismos
Desde hace años sabemos que aún las personas sanas somos portadoras de microorganismos. Llevamos millones de ellos en la piel y en las mucosas. Muchos son inofensivos, otros son benéficos y conviven de manera natural con los seres humanos. Pero otros son patógenos, potencialmente dañinos. Estos organismos microscópicos tienen la capacidad de traspasar la barrera de la piel o de las membranas mucosas, invadir tejidos del huésped, evadir su sistema de defensa inmunológico y provocar una infección o enfermedad.
La capacidad de un microorganismo para causar infección depende de tres factores principales:
Los pacientes: huéspedes vulnerables y fuente de contagio
Los hospitales y clínicas son ambientes propicios para la presencia de bacterias, virus, parásitos y hongos. Los pacientes son una fuente significativa de contaminación: al toser, sangrar o excretar fluidos, liberan microorganismos que pueden contaminar el aire, las superficies, ropas, equipos médicos, cortinas y mobiliario clínico.
Las personas sanas normalmente son más resistentes a los microorganismos patógenos. Tienen más defensas naturales frente a los gérmenes. Eso explica por qué la incidencia de infecciones nosocomiales en el personal sanitario es menor a los pacientes internados o convalecientes.
En oposición, los pacientes hospitalizados, especialmente si son adultos mayores o bebés recién nacidos, están más expuestos a desarrollar una infección durante la asistencia sanitaria: suelen presentar un sistema inmunológico debilitado, ya sea por su condición de base, por los procedimientos invasivos que recibe o por tratamientos inmunosupresores.
Las infecciones en los pacientes se originan por dos mecanismos:
Qué debilita nuestras defensas naturales
La piel y las mucosas constituyen barreras físicas fundamentales que protegen al organismo frente a la entrada de microorganismos patógenos. Forman parte del sistema inmunitario innato y constituyen la primera línea de defensa frente a patógenos.
No obstante, piel y mucosas pueden tener laceraciones o romperse fácilmente en el contexto hospitalario: las heridas, los cortes y los pinchazos sirven de vías de entrada para los patógenos. Una vez dentro del cuerpo, los microorganismos invaden tejidos subcutáneos y desencadenan procesos infecciosos.
Estas situaciones son comunes. Algunos ejemplos:
Los virus, bacterias, parásitos y hongos pasan de un lado a otro con ayuda de otras personas y de otros objetos.
Cómo ocurre la infección
Las formas más comunes de contaminación en los ambientes hospitalarios, laboratorios y salas blancas suceden por una de estas vías:
Cómo funciona la cadena de transmisión
El proceso de contagio sigue una cadena secuencial, conocida como cadena de transmisión. La prevención consiste en interrumpir el proceso en algún punto.
La secuencia es esta:
Agente biológico
Es el microorganismo capaz de generar una colonización o infección:
bacterias, los virus, hongos, parásitos
Reservorio
Hábitat en el cual los microorganismos viven, crecen y se multiplican:
seres vivos y objetos
Puerta de salida
La zona desde donde el microorganismo deja el reservorio
(piel, mucosas, objetos, ropa quirúrgica)
Vía de transmisión
Modalidad que sirve al microorganismo para trasladarse de la puerta de salida del reservorio
hasta la puerta de entrada del hospedero
Puerta de entrada
El sitio por el cual el microorganismo ingresa al huésped
Huésped
El paciente susceptible de infección
Prevención y control: una responsabilidad compartida
Desde distintos escenarios científicos se hace un llamado a prevenir y evitar las infecciones nosocomiales para fortalecer la salud de las personas y la rentabilidad de las instituciones sanitarias. Llevar un registro exhaustivo de estos eventos permite romper el ciclo que debilita al sistema de salud en general y a las clínicas y hospitales en particular.
La prevención de infecciones requiere un enfoque integral y constante. Se trata de protocolos escritos, prácticas sostenidas, vigilancia activa y educación continua del personal.
Entre las medidas más efectivas se incluyen:
Higiene de manos rigurosa y frecuente.
Uso adecuado de elementos de protección personal (guantes, mascarillas, batas).
Limpieza y desinfección regular de superficies y equipos médicos con paños adecuados.
Manejo estratégico de la ropa quirúrgica, según el nivel de riesgo del procedimiento y la exposición a fluidos.
Uso de protectores de camilla de uso único en entornos con presencia de líquidos potencialmente infecciosos (ambulancias, salas de urgencias, salas de curaciones, consultorios ginecológicos, salas de procedimientos invasivos).
Capacitación continua del personal en control de infecciones.
Monitoreo y reporte sistemático de eventos infecciosos.
Conclusión
Más de la mitad de las infecciones asociadas a la atención sanitaria se pueden evitar. Comprender la dinámica de transmisión, fortalecer la cultura de prevención y asumir una responsabilidad compartida entre todos los actores del entorno sanitario son los pilares para proteger a los pacientes, al personal y a la institución.
Cómo lavarse adecuadamente las manos
[1] Akeau Unahalekhaka, Epidemiología de las infecciones asociadas a la atención en salud. Capítulo 3. Federación Internacional de Control de Infecciones.
[2] Datos de mayo 2022 / La OMS publica el primer informe mundial sobre prevención y control de infecciones (PCI).
Se puede ver en: https://tinyurl.com/4am45h5c
Por Katy Schuth B. – Redactora