Actualizado enero 13 – 2026
Revisado marzo 3 – 2022
Publicado mayo 27 – 2020
Poner el autocuidado en tu lista de prioridades:
¿fácil o difícil?
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4 min
Hoy, el autocuidado en el trabajo es una competencia estratégica: ahora es necesario aprender a minimizar todo lo que afecta el desempeño y la satisfacción.
En el contexto laboral actual, en el que predominan la sobrecarga cognitiva, la presión por resultados, las largas jornadas y la conectividad permanente, surge una pregunta clave: ¿debemos dedicar tiempo a cuidarnos? O, mejor aún, ¿es realmente necesario integrar el autocuidado de forma realista, sostenible y compatible con las exigencias del trabajo para mejorar nuestro desempeño?
La evidencia en salud laboral muestra que los entornos de trabajo que no promueven activamente el bienestar generan mayor desgaste, rotación, ausentismo y disminución del compromiso. No obstante, persiste una brecha entre la necesidad de bienestar y las prácticas reales en las organizaciones, especialmente en lo relacionado con la salud mental, los límites digitales y la carga laboral.
Probablemente una de las razones de este vacío sea la siguiente: para muchas personas, hablar de autocuidado en medio de agendas saturadas y demandas constantes de atención suena a un ideal poco alcanzable, a una pérdida de tiempo en actividades aparentemente inútiles o, en el mejor de los casos, a algo posible solo para unos pocos privilegiados. Esta percepción es precisamente uno de los principales obstáculos. Cuando entendemos el autocuidado como un “extra”, lo desplazamos de la lista de prioridades. En cambio, cuando lo reconocemos como la base de un desempeño sostenido, de una toma de decisiones más acertada y de la salud mental, se convierte en una competencia estratégica, tanto individual como organizacional.
Qué esperar del cuidado de sí mismo
Desde hace algunos años, el bienestar general se ha instalado como una tendencia de salud a nivel global. Las personas desean estar saludables, consumen alimentos naturales, meditan, utilizan aplicaciones para nutrición y ejercicio, y adquieren dispositivos para medir sus signos vitales.
A veces, estas herramientas funcionan.
El autocuidado comienza con una aceptación clara y profunda: reconocer que pensar en nosotros mismos es válido y necesario. Esto puede sonar contradictorio, pero no lo es. Durante años se nos ha enseñado que el compromiso se demuestra sacrificando tiempo en familia, postergando el descanso, ignorando las señales de agotamiento y exigiéndonos por encima del 100 %. Sin embargo, los resultados que obtenemos no siempre son los mejores.
En cambio, cuando una persona se permite atender sus necesidades físicas, emocionales, espirituales y mentales, fortalece su capacidad de estar presente, tomar mejores decisiones y responder con mayor equilibrio a las demandas de su puesto de trabajo. Por ello, el autocuidado no puede considerarse un acto egoísta.
El cuidado de sí mismo tiene, además, un efecto positivo en los demás. Las personas que se cuidan tienden a comunicarse con mayor claridad, gestionan mejor la presión y se relacionan más desde la empatía que desde el conflicto. En los equipos y en el liderazgo, esto se traduce en ambientes más confiables, colaborativos y sostenibles. Cuidarse, entonces, no es solo una elección personal, sino una forma responsable de contribuir al bienestar colectivo y a una cultura de trabajo más humana y efectiva.
Guía práctica de autocuidado para 2026
En general, muchas de las intenciones de autocuidado fracasan porque no encontramos la forma práctica de integrarlas a la vida diaria. Llevar el autocuidado a la acción requiere pequeños ajustes consistentes y sostenibles. A continuación, se presenta una guía de herramientas que han demostrado ser efectivas:
1. Gestión de la energía, no solo del tiempo
Se trata de realizar una planeación realista de las tareas del día, en la que se incluyan bloques de concentración y descansos. Las actividades se priorizan según su impacto y esfuerzo, y se asignan a los momentos de mayor energía cognitiva para mejorar el desempeño y reducir el agotamiento mental.
Aplicación práctica:
dedicar unos minutos al inicio del día para organizar las tareas.
2. Micro-pausas regenerativas
Los bloques de trabajo o estudio prolongados mejoran cuando se incorporan breves interrupciones activas (movimiento, respiración o cambio de foco visual). Esto reduce la fatiga, disminuye los errores y aumenta la atención sostenida.
Aplicación práctica:
pausas de 3 a 5 minutos cada 60–90 minutos de trabajo continuo.
3. Entornos de trabajo protectores
La ergonomía y los rituales de inicio y cierre de jornada forman parte de un día laboral vivido con mayor conciencia. Estas prácticas ayudan a prevenir molestias físicas y a establecer límites psicológicos claros.
Aplicación práctica:
definir rituales para abrir y cerrar la jornada, incluso en el trabajo remoto.
4. Nutrición e hidratación como soporte cognitivo
Una hidratación adecuada y una alimentación regular influyen directamente en la concentración y el estado de ánimo.
Aplicación práctica:
mantener acceso a agua y snacks simples, y evitar jornadas prolongadas sin alimentación.
5. Higiene del sueño y límites digitales
El descanso impacta la memoria, la regulación emocional y la toma de decisiones. La comunicación laboral debe respetar horarios definidos para evitar la prolongación innecesaria del estrés.
Aplicación práctica:
establecer horarios claros de desconexión y reducir el uso de pantallas antes de dormir.
6. Mindfulness, oración o meditación y autorregulación emocional
Las prácticas breves de atención plena fortalecen el autoconocimiento y la conciencia corporal, lo que reduce reacciones impulsivas y mejora el enfoque.
Aplicación práctica:
ejercicios guiados de respiración o atención consciente durante cinco a diez minutos diarios.
Autocuidado: entre lo conductual y lo ético
En general, muchas de las intenciones de autocuidado fracasan porque no encontramos la forma práctica de integrarlas a la vida diaria. Llevar el autocuidado a la acción requiere pequeños ajustes consistentes y sostenibles. A continuación, se presenta una guía de herramientas que han demostrado ser efectivas:
La educación en autocuidado y el fortalecimiento de la autovaloración personal serán elementos clave en la forma en que trabajamos y vivimos en los próximos años. El esfuerzo debe centrarse en comprender el impacto real del autocuidado, para dejar de verlo como una obligación externa y convertirlo en una elección personal significativa.
Este proceso suele apoyarse en cuatro aprendizajes fundamentales:
Adoptar nuevos valores frente a los riesgos y condiciones que afectan nuestra vida y nuestro trabajo.
Aprender a reconocernos y valorarnos, comprendiendo nuestras necesidades y límites sin culpa.
Integrar el cuidado propio con el cuidado de los demás, reconociendo que nuestras acciones siempre tienen un impacto colectivo.
Dar prioridad a la preservación de la vida y el bienestar como principios que orientan nuestras decisiones diarias.
Cuando estos fundamentos están presentes, el autocuidado se vuelve más natural y sostenible. Mejora nuestra capacidad de autorregulación, nuestro bienestar personal y la forma en que nos relacionamos con los demás, porque integramos el cuidado de nosotros mismos con una manera concreta de cuidar a quienes nos rodean.
Conclusión
Priorizar el autocuidado es una decisión estratégica. Comienza como un acto de responsabilidad personal y se consolida como un hábito que impacta directamente en la productividad, la creatividad y la salud a largo plazo.
Para empleados y directivos, el mensaje es claro: cuidarse no resta desempeño, lo sostiene. El primer paso no requiere grandes cambios; puede ser tan simple como programar una pausa, ajustar el espacio de trabajo o establecer un límite digital al final del día.













